Temuco, Chile, 1983.
Explora la relación entre obra y espectador desde una perspectiva filosófica. El tema central de la pintura de Pooley es la figura humana, el cuerpo. Desde este motivo traduce la visión del filósofo Maurice Merleau-Ponty, seguidor de Sartre, conocida como “la Fenomenología de la Percepción”. En ella defendía la visión del ser humano como una unidad global.
El cuerpo no es un conjunto de carne y órganos donde la mente queda encerrada. El cuerpo es gesto, es intención y expresión. Se explica y reafirma en cada uno de sus movimientos. Somos conciencia perceptiva. Por eso Christiane Pooley fragmenta las figuras, hace desaparecer o confundir la silueta de los cuerpos representados. Nos obliga a emplear la percepción y nos obliga a completar las figuras. Apela a nuestra visión principal y a nuestra imaginación. Proyecta la perspectiva y recompone el horizonte. A través de nuestros ojos vemos lo que no está dibujado. En los rostros vacíos intuimos miradas. Suplimos la ausencia de los brazos y de las piernas. Hay una relación equilibrada entre obra y espectador.
Como el acto mismo de pintar forma parte del proceso comunicativo de la obra, lo muestra con seguridad en cada trazo. Casi podemos seguir el movimiento de la muñeca de la artista siguiendo el rastro de la pintura. A veces ésta se derrama en el lienzo cuando empapa la brocha y descubrimos la espontaneidad del gesto. No hay disimulo en su acto, no hay pose ni ocultación. La autora tiende la mano hacia el espectador sin avergonzarse o enorgullecerse por ello, sólo ocupa su lugar en el mundo.
Vive y trabaja en París.
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