Río de Janeiro, Brasil, 1964.
Ernesto Neto nació y fue educado en Río de Janeiro. Su madre, paisajista, lo introdujo en las ideas relacionadas con el potencial terapéutico del arte, prevalente en Brasil en los años 70 y desarrollado por los artistas conceptuales Hélio Oiticica (1937-1980) y Lygia Clark (1920-1988).
Al principio de los 90, Neto evolucionó hacia un distintivo idioma espiritual. Sus obras tempranas incluían objetos cosidos a mano o formas de pólipo suspendidas creadas llenando lycra con plomo, bolitas de poliéster o especias aromáticas como la lavanda, clavo y cúrcuma. En 1998 hizo sus primeras habitaciones de tejido, estrechando membranas de tul de lycra de las paredes, techos y suelos de la galería e invitando a los espectadores descalzos a entrar y pasar a través de cavidades que evocaban la matriz, interiores de iglesias, embarcaciones de vela o naves espaciales. Durante el final de los 90 Neto añadió monolitos blandos estrechables a su repertorio de formas de escala corporal. Carlos Basualdo lo define así: “sus obras, sutilmente interactivas, se ofrecen para ser manipuladas; la labor del artista se proyecta en el juego del espectador, saturados ambos de referencias a la piel, a la sensorialidad, a los placeres táctiles y visuales.”
Continuando con su exploración de la capacidad narrativa de la escultura, la obra más reciente de Ernesto Neto aborda la cultura y la experiencia desde el nivel celular al imaginario, del micro al macrocosmos. Utilizando un vocabulario formal, que sale del mundo natural, derrumba la distinción entre arquitectura y biología haciendo al público consciente de que el mundo natural no debería pensarse como contraste a la creación humana y la interacción social. Neto también explora nuestra percepción del color y del espacio, ya que nada permanece fijo o estático en su obra sino que todo reacciona a las leyes de la física, a las propiedades de otros elementos o a las acciones de los visitantes.
Vive y trabaja en Río de Janeiro.
Obras en la colección: